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De Juguetes y Frankensteins: una reflexión argentina sobre Barbie y Poor Things

Actualizado: 10 abr 2024



¿Qué puedo decir sobre el cine y la mujer que no se haya dicho antes? Poco y nada teniendo en cuenta las grandes mentes que habitan estas tierras y que, como hombre, no me corresponde ocupar un rol central en la lucha feminista.


En estas últimas décadas, Argentina viene atravesando una serie de cambios sociales muy importantes, desde la aprobación del matrimonio igualitario en el 2010 hasta la aprobación de la ley IVE en el 2020. Lamentablemente, la resistencia y la reacción no se han hecho esperar. Así como en el 2018 el senado rechazó la ley IVE, ahora el gobierno argentino parece empecinarse en retroceder en el tiempo, arremetiendo contra políticas sociales como lo son la utilización del lenguaje inclusivo y la perspectiva de género.


Por si fuera poco, el gobierno también se propone cercenar las voces independientes, atacando y desmantelando las instituciones públicas como el INCAA y TÉLAM. Un claro ejemplo de esto es la designación de Carlos Pirovano como director del INCAA, un financista socio de Sturzenegger (ex presidente del Banco Central y uno de los ideólogos de la Ley Ómnibus), quién despidió a más de 100 trabajadores como primera medida.


Entonces, por más trillado que sea, urge hablar de cine y feminismo.


Casi por casualidad se dio que en 2023 dos películas, aparentemente disímiles, contaran una historia parecida: una joven completamente aislada de nuestra sociedad debe partir en un viaje iniciático, enfrentándose a los padecimientos y a las expectativas puestas en ella como mujer. Por supuesto estoy hablando de Barbie (dir. Greta Gerwig) y de Poor Things (dir. Yorgos Lanthimos). Aunque estos films tengan distinta procedencia y objetivos, creo que están encuadrados en un mismo canon, siendo ambas una especie de amalgama entre los coming of age y los remanentes del espíritu feminista del #MeToo.


Pocas respuestas puedo aportar en cuanto a la feminidad y la experiencia de ser mujer, pero puedo hablar sobre la visión del mundo de las películas y de su rol en la actualidad argentina.

El juguete: los peligros de Barbie


Barbie se presenta al mundo como una mezcla perfecta entre arte y entretenimiento. Por un lado tenemos al juguete más importante de la historia, intrínsecamente ligado al género femenino y símbolo absoluto del capitalismo liberal estadounidense. Por otro lado tenemos a Greta Gerwig, actriz y directora de cine independiente yankee (que en los últimos años saltó al estrellato con Lady Bird (2017) y Little Women (2019), quién le asegura una visión artística y original a la adaptación de una propiedad intelectual tan popular como lo es Barbie. La idea es perfecta, pero la tarea, en cambio, no tan sencilla.


Pensemos por un momento lo que la película se propone: adaptar por completo el mundo visual de la muñeca a la gran pantalla, al mismo tiempo que busca deconstruir el rol social del juguete manteniendo una sensibilidad comercial digna de una película de Hollywood.

Si a simple vista parece imposible, es porque probablemente lo sea.




Barbie es una película deshonesta, una impresionante jugada de marketing por parte de Mattel y de Warner Brothers, pensada minuciosamente para explotar la nostalgia y las sensibilidades del público (principalmente) femenino al cuál el film se dirige.


Me explico.


¿De qué se trata la película realmente? Barbie, quien a lo largo de toda la película intenta volver al status quo (ya sea el de ella o el de Barbieland), termina decidiendo abandonar su naturaleza de muñeca para convertirse en humana. Pero ¿Qué ve Barbie en nuestro mundo? Las escenas en las que contempla la experiencia humana son, al menos, pasajeras y olvidables, y en las que se explora su relación con la madre e hija, tediosas.


Todo esto sin hablar del discurso (feminista en apariencia) repetitivo y vacío que se recita a lo largo de la película y que culmina en el nefasto monólogo de America Ferrera. Al haber personajes que constantemente verbalizan las ideas de la película, se traiciona una de las principales (si no la más importante) normas del medio: mostrar, no contar. Puesto de otra manera, no hay tiempo para indagar en profundidad las vicisitudes de la experiencia femenina porque los personajes deben explicarlo en vez de vivirlo. Lo que creo más nocivo de esto (a parte de ir en contra de la naturaleza del medio) es que la conclusión a la que llegamos como espectadores es dirigida, sin tener espacio o tiempo para reflexionar sobre lo que está sucediendo, no nos queda otra que estar de acuerdo con la película.




Al final Barbie no explora la influencia del juguete en la vida real, ni investiga la naturaleza de la experiencia femenina. Se trata de un menjunje de referencias al mundo de la muñeca y discursos feministas (a esta altura trillados y gastados) que no apuntan a visibilizar una situación ni a concientizar a un público previamente ignorante, sino a enmarcar la película en en las sensibilidades de esta época y así facilitar su comercialización.


¿Para qué existe Barbie entonces? Desde luego no estamos frente a una película para niños, hay una serie de chistes muy específicos (referencias a El Padrino, Marcel Proust, Orgullo y Prejuicio de la BBC, etc) que están dirigidos a una demográfica de adultos de entre 20 y 40 años (aproximadamente), que son quiénes han jugado y desarrollado algún tipo de conexión con las muñecas. Teniendo esto en cuenta, queda clarísimo que la presencia de las distintas barbies apela a generar una reacción del público: un “Hey mirá! la Barbie Sirena” o “Yo siempre quise esa Barbie y nunca la pude tener”, sin cumplir ningún rol en la historia más allá de ilustrar el vasto mundo visual de Barbie. Asimismo podemos asociar varias decisiones de casting a este fenómeno, específicamente me refiero a la presencia de Dua Lipa, Emma Mackey, Nucti Gatwa y Connor Swindells (estos últimos jóvenes estrellas en ascenso que aparecieron en la famosa serie Sex Education (2019 – 2023). Hasta la elección de los artistas que participan en la banda sonora puede atribuírsele a esta ansia mercantil ¿Cuál es la conexión de la ya mencionada Dua Lipa, Tame Impala y Billie Eilish con Barbie?


La película no consigue ninguno de los objetivos artísticos que se propone pero, con seguridad, consigue su meta económica: revitalizar el mercado del juguete, tanto en ventas directas como de merchandising.



Que una película opere bajo estas líneas me parece poco ético, no solo porque lo que menos nos hace falta es más cine-consumo, sino que estas obras se aprovechan de la sensibilidad de la gente. Son películas que pasan encubiertas como “arte” mientras explotan sus recuerdos, nostalgia y sentimientos para que se dediquen a seguir aplaudiendo, consumiendo y metiéndole billetes al bolsillo de Mattel y WB.


La película finaliza con una muerte: la de la muñeca, quien, cual pinocho de plástico, abandona su naturaleza de juguete para transformarse en una mujer de verdad. Al final, la transmutación humana que Gerwig pretende lograr resulta en un fracaso, Barbie es incapaz de superar la esencia mercantil del juguete, mostrándose como lo que realmente es: una estratagema de marketing perfectamente planeada.

Frankenstein: el mundo según Bella Baxter


Poor Things empieza con una muerte, más específicamente con un suicidio. Si bien cuando sucede no lo sabemos, quien muere es Victoria Blessington (Emma Stone), esposa de Alfie Blessington (Christopher Abbott) y futura madre de su hijo.


Poor Things inicia, al mismo tiempo, con un nacimiento: el de Bella Baxter (Emma Stone). Lejos de ser un acto natural este “nacimiento” es fruto de un experimento  del  inescrupuloso y entrañable Godwin Baxter (Willem Dafoe). Bella es una especie de Frankenstein creado a partir de la unión del cuerpo de Victoria y del cerebro del infante nonato.


Poor Things es la historia de un experimento que se sale de control. La de un monstruo que termina siendo más humano que la mayoría de los que la rodean.



Si bien las comparaciones que más me interesan son las artísticas, me parece que podemos empezar comparando la escala de las producciones. Contando con un presupuesto de 35 millones de dólares, varios actores de renombre mundial en su reparto y con la dirección de Yorgos Lanthimos, Poor Things se asoma como una de esas películas de autor de mediano presupuesto que casi han desaparecido en Hollywood. En comparación, el presupuesto estimado de Barbie fue de más de 100 millones de dólares, sin tener en cuenta el increíble gasto en marketing y distribución.


No nos confundamos, Poor Things no deja de ser una película comercial. Pero, al no tener el peso de compensar un gasto astronómico y al no necesitar revivir las ventas de una marca moribunda, puede permitirse una exploración más profunda de los mismos temas que aborda Barbie así como una apuesta artística más valiente y expresiva. Este abismo es la madre de todas las diferencias, tanto discursivas como estéticas entre ambas películas. Dicho de otra manera, la naturaleza del material es fundamentalmente distinta, porque mientras una está pensada para vender merchandising y juguetes, la otra está pensada puramente como experiencia audiovisual.


Hablemos de la película.


La historia de Bella Baxter es la historia de su aprendizaje, de su maduración como persona y del descubrimiento de su identidad. A lo largo del viaje que realiza, Bella es regida por ciertas ideas que se mantienen firmes a lo largo de toda la película, es decir, lo que cambia no es su esencia sino su forma de pararse frente al mundo.


Creo que el ideal fundamental que rige a Bella es la libertad, verdadera libertad individual (no la farsa de la voluntad del mercado que tanto profesa nuestro presidente). Este ideal no surge del proceso lógico al que nuestra protagonista llega al final del recorrido de su viaje, sino que aparece desde el principio como algo más interno, más primitivo.


Muy pronto en la historia la autonomía vital de Bella entra en conflicto con las expectativas patriarcales que el mundo le impone: ya sea la prohibición de salir de la casa, los celos de Duncan (Mark Ruffalo), o el arresto domiciliario al cuál es sometida al final de la película. De esta manera, al enfrentarse con el desconocido mundo, nuestra protagonista es sometida a las incongruentes reglas de la polite society (sociedad cortés), sorteándolas con confusión y curiosidad a medida que avanza en su viaje.



Creo que, dentro del tono grotesco y exagerado de la película, somos testigos de una variedad de situaciones y de personajes que logran matizar la idea autoral (cosa que falta en Barbie). Por ejemplo: si bien la mayoría de los personajes que intentan restringir a Bella son del género masculino, la peor de todos (en mi opinión) es Swiney (Kathryn Hunter), una madame de un burdel de París en el que nuestra protagonista accede a trabajar tanto por necesidad como por curiosidad. Swiney se presenta como un personaje dual, es amigable con Bella al mismo tiempo que explota su sexualidad dentro del prostíbulo. Pronto aprendemos lo cruel que puede llegar a ser, ensañándose específicamente con Toinette (Suzy Bemba), la amiga/amante socialista que Bella hace en el burdel.


Al final de la película, habiendo sorteado todos los obstáculos que surgieron en su viaje, habiéndose enfrentado a la crueldad y al cinismo, Bella mantiene aún su carácter curioso y empático, pero ahora templado por sus experiencias. Las vicisitudes de la travesía no han desanimado a la protagonista si no que la han llevado a acomodarse dentro del mundo que habita. Habiendo perdido la inocencia, Bella se endurece pero sin perder su optimismo.

Cine para un presente en apuros


Para concluir tenemos que volver al principio. La situación en Argentina es alarmante: el gobierno pretende desmantelar las instituciones públicas que aseguran la existencia de voces independientes. Por si fuera poco, también apunta a retroceder en derechos recientemente adquiridos al mismo tiempo que la pobreza y la inflación continúan incrementando.


Ahora más que nunca es cuando debemos ser conscientes de qué clase de películas y series vemos, de qué libros leemos, de qué música escuchamos. No porque no se pueda disfrutar de películas como Barbie (que en mi primer visionado amé), si no porque debemos estar atentos a los mecanismo que las películas usan y hacia dónde apuntan las mismas ¿Nos vamos a dejar llevar por películas interesadas exclusivamente en alimentar el ciclo de consumo? ¿Qué lugar puede tener una película así en un país que no llega a fin de mes?


No quiero que este texto sea un llamado a la tristeza y a la angustia, al contrario, es ahora cuando más fuerza y esperanzas tenemos que tener. Siguiendo el espíritu de Bella Baxter, debemos enfrentarnos con optimismo a esta caterva de energúmenos que tanto ansían arrebatarnos todo lo que nos pertenece. No quieren que resistamos, no quieren que nos defendamos, no quieren que luchemos. Tenemos que hacerlo.





2 comentarios


Ignag
Ignag
12 mar 2024

bravo rey, esta exelente

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Candela Fuentes
Candela Fuentes
11 mar 2024

impecable

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