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Javier Martínez, infinita perla del rock

Baterista, cantante, compositor, ciudadano ilustre, padre fundador y líder de Manal: Javier Martínez, una pieza fundamental en la gestación de un nuevo género y movimiento en la juventud argentina, dejó hace algunas semanas el plano físico en la tierra, trascendiendo y dejando para siempre una huella inmarcesible en la cultura de nuestro país. 



Por simple azar tal vez, Javier estuvo presente en los lugares y momentos perfectos de la historia. En la década de los 60 participó con regularidad en espacios claves del escenario cultural porteño como La Cueva (teatro-bar que frecuentaban Sandro, Spinetta, Moris, entre otros que construyeron los primeros cimientos del rock nacional) y La Perla del Once, (histórico espacio de intelectuales y artistas donde se concibieron piezas que cambiarían el rumbo de la música en Argentina, como “La Balsa” y “Jugo de Tomate”). En esos espacios, las congregaciones vanguardistas  parecían estar enraizadas por una sensación que florecía en común, una búsqueda colectiva e insurgente de una nueva comprensión de las cosas. 


Afirmar vehementemente que su figura fue esencial y fundadora no es una exageración: en 1966 fue baterista de Los Beatniks, la primera banda que grabó rock en castellano con el sencillo ‘’Rebelde’’; a comienzos de la década de 1970 tuvo su paso por el superconjunto Billy Bond y la Pesada del Rock and Roll, donde dejarían marca artistas como Pappo, David Lebón, Spinetta, Black Amaya, Pajarito Zaguri, entre otros. Además de baterista, se lució como líder vocal y compositor de Manal, trío histórico que grabó el primer álbum de blues en castellano ¡en el mundo! 



Conformado por Javier, Claudio Gabis y Alejandro Medina, el conjunto Manal existió durante un breve período, entre 1968 y 1971, regalándonos tres álbumes fundamentales: Manal (1970), El León (1971), y Reunión (1981), este último a raíz de un fugaz reencuentro, luego de una separación de diez años. A pesar de una trayectoria acotada, la influencia precursora que nuestro país heredó de ellos es poderosa y aparentemente inacabable.


Además de publicar esos discos, se encargaron de la banda sonora de la película Tiro de Gracia de 1969, retrato y homenaje a la Generación Beat en Buenos Aires, dirigida por Ricardo Becher. Javier Martínez participó del elenco actoral, representando a ‘’Paco’’, un frustrado melómano del jazz que en vano intenta integrarse a su generación. En un contexto político, cultural y social complejo, la juventud respiraba revolución y decidía tomar las riendas de un nuevo futuro desde aquellos rincones del underground, entre vinos, cigarrillos, poemas y manifiestos de conversaciones nocturnas. No es coincidencia que hayan sido convocados para acompañar una narración tan propia de la época, la importación de un movimiento estadounidense fuertemente apegado a las vivencias porteñas.


Javier Martínez en ‘’Tiro de Gracia’’ (1969).

Manal fue y será eternamente espejo de aquella transformación, del intento fugaz y utópico, donde el imaginario de las nuevas juventudes se expresó a través de un lenguaje artístico y social, con un tinte sensible, crítico y profundo. 


Javier fue parte de ese deseo colectivo de irse lejos, bien lejos de aquella trampa de represión y hostilidad que aturdía a la ciudad. Así lo expresa en una de las canciones más míticas de la banda y del rock argentino, Casa con Diez Pinos


"Hacia el sur hay un lugar

Ahora mismo voy allá

Porque ya no aguanto más

No aguanto más, no aguanto más

Vivir en la ciudad’’. 


Fue como una revelación concebida durante su paso por una de las primeras comunidades hippies en Buenos Aires, ubicada en una quinta al sur de la ciudad. Allí, diversos artistas amigos como Tanguito o Miguel Abuelo solían desconectarse del mundo violento y antiguo que conocían, para crear en libertad, paz y silencio, siendo contenidos por la naturaleza. 


Es que justamente, dentro de los ideales de esta generación emergente, cabía la ilusión de encontrar aquél lugar lejano y pacífico, despojado de cánones y prejuicios, de violencia y de guerras. En el campo o en el bosque, donde existiera espacio para llevar el pelo largo y concebir los sentires de la vida cotidiana a través de expansivas y enriquecedoras obras como un reflejo del espíritu. Así también lo expresaban Tanguito y Lito Nebbia en La Balsa: 


"Estoy muy solo y triste acá en este mundo abandonado

Tengo una idea, es la de irme al lugar que yo más quiera’’. 


Avellaneda Blues”, “Jugo de Tomate”, “Avenida Rivadavia” e “Informe de un Día” son algunas de las inolvidables creaciones de Javier Martínez que conviven en el álbum Manal (1970), situado en el puesto n° 3 entre «Los Mejores 100 discos de Rock argentino» por la revista Rolling Stone. Nuestro Javier, que hace unas semanas se fue junto con tantos otros, nos recuerda que el tiempo no ha parado ni un segundo desde entonces, pareciera que de aquella reminiscencia no nos queda nada. Sin embargo hoy, caminando por las míticas calles de Buenos Aires, escuchamos sus canciones y jugamos a volver el tiempo hacia atrás, encontrarnos con aquellos artistas que llevaban consigo el excitante anhelo de querer cambiarlo todo y que, tal vez sin saberlo, estaban dejando un legado imborrable y eterno. 



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