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Juega niño, el poder nuestro es

Es de público conocimiento: Akira Toriyama falleció a los 68 años. El creador de Dragon Ball ha dejado en muchos de nosotros una marca imborrable. Por ello, esta nota tiene el objetivo de homenajear su obra y reflexionar sobre ella. Por supuesto que no es perfecta y hay  mucho que puede criticarse pero este no es el momento. Disfrutemos, entre todos, de recordar esa parte de nuestra infancia.



La historia comenzó a publicarse en 1984 hasta convertirse en la franquicia exitosa que es hoy. Con tantos años de existencia era inevitable que los personajes fueran evolucionando con el correr del tiempo. Eso produjo que la serie fuera dividida en tres partes oficiales o canónicas: La primera temporada es Dragon Ball que sigue al niño huérfano, Gokú, en su viaje para encontrar esferas que cumplen deseos. La segunda es Dragon Ball Z que nos enseña al protagonista en su adultez, con el deber de proteger el planeta tierra ante diversas amenazas. Por último está la reciente Dragon Ball Super, que retoma la historia donde la deja Z para dar un salto en la escala de poder en los enfrentamientos.


Gokú por el mundo


La globalización permitió que obras de todo el mundo pudieran atravesar sus fronteras de origen para maravillar a personas en otros países. Muchas series y películas han llegado a la Argentina y América Latina, sin embargo, ninguna ficción ha conseguido calar tan hondo en nuestros corazones como las que protagonizan Gokú y el Hombre Araña. Cabe preguntarnos por qué. 


Sacando el carácter heroíco de ambos personajes, sin dudas hay otra característica que los une: no importa cuantas palizas reciban, ellos vuelven a ponerse de pie. Esta moraleja acompaña el día a día de los pueblos latinoamericanos: vivimos crisis económicas, desastres naturales y golpes de Estado, pero aún así nos levantamos.


Hay una estructura que se sigue casi al pie de la letra en cada saga de Dragon Ball. En un inicio hay un enemigo muy poderoso al que ninguno de los protagonistas pueden vencer. Solo a través de un arduo entrenamiento y tras una larga serie de derrotas uno de nuestros héroes llega a rivalizar realmente con el antagonista.


Maldito insecto


Es la frase icónica de Vegeta, quien le banca los trapos a Gokú, sin embargo no siempre fue así. Él, inicialmente, fue uno de estos villanos de los que hablé. Su historia es un ejemplo perfecto de uno de los principios y valores que defiende Toriyama: el poder del perdón y las segundas oportunidades. 




Son muchos los personajes que son desarrollados de esta forma, los otros más icónicos son Piccolo y los androides. La decisión de dejarlos con vida, a primera vista, hacen ver a Kakaroto como un tonto (tal vez lo es pero vamos a hablar de eso más adelante), sin embargo, ellos acaban siendo sus aliados más fuertes y amigos más cercanos. A tal punto de casi criarle los hijos. 


Esa situación parece muy ajena al panorama actual. En una época donde hay un estado de violencia generalizado, aunque a priori esta se palpe principalmente en redes sociales, es importante revisar esta enseñanza. Aquella persona con la que te peleas por Twitter es justamente eso, una persona. A lo mejor sería sabio bajar un poco la tensión e intentar llegar a puntos en común. En una de esas nos estamos perdiendo de valiosos amigos.


La infancia


Hay algo que queda claro en el inicio de la serie: lo inocente y lo infantil son rasgos positivos. Esta idea queda más asentada cuando escuchamos al Maestro Roshi mientras entrena a Krilin y Gokú. Las bases del entrenamiento del viejo sensei son: "Hay que trabajar, hay que aprender, hay que comer, hay que descansar y también hay que jugar


Todo ello se ve un poco opacado cuando inicia Dragon Ball Z, pasamos de una aventura con artes marciales a una historia más seria y edgy sobre peleas. Z prioriza la épica antes que el viaje. De todas formas podemos pensar que sin esta fase inocente que tiene el protagonista hubiese sido imposible perdonar a los malos para después volverse amigo de ellos.


Es interesante como vuelve a priorizar la niñez en su última serie, Dragon Ball Super. Redobla la apuesta y convierte a Gokú otra vez en una persona infantil. Tal vez nos estaba pidiendo a gritos que volviéramos, al menos por un momento, a ver el mundo con estos ojos mágicos.


El arte y el artista


Recuerdo que cuando iba a la primaria los chicos más enamorados por la historia de Toriyama intentaban calcar sus diseños. Así muchos de ellos emprendieron un viaje en el mundo del arte. Toyotaro, quien actualmente dibuja el manga de Super, era uno de estos niños. 


Este joven ilustrador de manga se hizo conocido al crear un fanfic, Dragon Ball AF. Luego de mucho tiempo y despues de crear material publicitario para la franquicia, el pibe dio un giro de 360 grados, comenzó a trabajar con su ídolo.


Hay un paralelismo que los argentinos podemos hacer fácilmente. Unos pibes que llegan a compartir un lugar junto a la persona que les voló la cabeza siendo niños, los campeones del mundo. Esto no queda solo como metáfora, tomemos literalmente algo dicho por hoy el héroe de muchos de los nuestros, el Dibu Martinez: «¿Viste cuando ves Dragon Ball Z cuando sos chico? Yo soy Vegeta y cuando jugué con Messi me hice Súper Saiyajin»


Tal vez estos grandes hitos solo son posibles desde un sueño inocente y un proyecto colectivo.




La genkidama


El perdón, la amistad y el trabajo en equipo llegan a su momento culmen con el ataque más poderoso de Gokú, uno en el que no solo utiliza su propia energía sino también la de muchos otros. Las redes de solidaridad que genera el saiyajin permiten dar forma a una gran bola de energía. Sin embargo, como todo lo que se hace entre muchos lleva tiempo, nunca es inmediato.


Creo que nosotros, como argentinos, nos debemos una Genkidama. Volvamos a creer, levantemos los brazos y lancemos este gran poder. Sé que nos están haciendo mucho daño y así cualquier cosa es difícil. Nos levantemos y entre todos, como Toriyama nos enseñó, hagamos un mañana mejor.


1 則留言


Emilio Sillero
Emilio Sillero
2024年3月13日

Excelente nota, aguanten Vegeta, Trunks y Krillin.

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