Zona de suturas
- Lautaro Sillero
- 13 mar 2024
- 7 Min. de lectura
“La historia -dijo Stephen- es una pesadilla de la que intento despertar” Joyce, Ulises
En 1992 el gran Juan José Saer publicó “El río sin orillas. Tratado imaginario”. Es un libro único, sólo comparable a otra obra tan singular como el “Facundo” de Sarmiento, que hibrida la no-ficción, el ensayo, la literatura de viajes además de varios elementos autobiográficos. El escritor santafesino no se ciñe a ninguno de estos géneros sino que valiéndose de toda esta heterogeneidad, consigue cartografiar la historia de la cuenca del Río de la Plata (y por extensión de toda Argentina) y también narrar un viaje de vuelta a un mito. Mito que todavía puede ofrecer a los argentinos “la ilusión de una coincidencia profunda con el lugar en el que viven” y la oportunidad de superar, aunque sea por un breve momento epifánico, un presente desgarrado tanto por la violencia del pasado como por una cultura ansiosa de existir ante los ojos del mundo.
Partiendo de una vieja tradición de la literatura argentina, el nacido en Serodino reclama su lugar para hablar de los grandes temas de nuestra historia y cultura. Porque el Negro Saer (sin ser un marginal literario), pese a ser de la cuenca del Río de la Plata estaba en los márgenes del gran centro cultural que es Buenos Aires: es de estos lugares fronterizos donde surgen algunas de las intuiciones más jugosas y creativas sobre la cultura de este país.
Por eso, en “La Biblioteca de Sillero” invitamos a leer sin miedo para soñar con reclamar un lugar para nosotros donde podamos dar rienda suelta a la dicha creativa y a la crítica honesta.
Extraña Zona
“Son regiones imaginarias. ¿Hay algún límite entre ellas, un límite real, aparte del que los manuales de geografía han inventado para manejarse más cómodamente? Ninguno.” Saer, Discusión sobre el término zona
¿Qué hacemos cuando nuestra historia se convierte en una pesadilla? ¿Cómo podemos evitar perdernos cuando las dos imágenes dominantes son las de un río sin orillas y la de una llanura todo horizonte? Una auténtica odisea, una que atraviesa territorios imaginarios y que requiere de una cartografía o, mejor aún, de un tratado imaginario que sea capaz de evitar que extraviemos el rumbo.
Juani no era historiador, ni sociólogo, ni filósofo sino un escritor excelente. Este viaje es estrictamente literario y tiene que ser leído y analizado como tal. Las preguntas y respuestas que plantea tienen que ser analizadas en estos términos, no para menoscabar su seriedad sino para poder apreciar toda la riqueza de matices, personajes e imágenes que pueblan este libro.

Fotografía de Juan José Saer.
Este viaje por la cuenca del Río de la Plata empieza por identificar este lugar como Zona. En la literatura del Negro Saer este concepto, tan antiguo como su primer libro de cuentos (“En la zona”, 1960), designa al lugar (la ciudad de Santa Fe) donde suceden y se entrecruzan los hechos narrados en sus novelas, poemas y cuentos. Pero esta ciudad no es la ciudad real, es una ficción: la Zona tiene existencia exclusivamente literaria, su característica principal es ser una región imaginaria de límites difusos, donde se pueden identificar las marcas a medio borrar de experiencias humanas previas.
Si el río en cuestión es una Zona, entonces el método de investigación más adecuado a la hora de hablar de su cultura, geografía e historia tiene que ser la misma literatura.
Las cuatro estaciones
La Argentina es un país excepcionalmente literario. Desde los primeros escritos de la Generación del 37’ hasta nuestros días la literatura ha acompañado a los procesos políticos y sociales que han dado forma a las representaciones imaginarias que nos hemos hecho de nuestro país. Por eso, no es de extrañar que la principal fuente de Saer sean los relatos de exploradores como Ulrico Schimdl, viajeros como Darwin, visitantes forzosos como Gombrowicz y poetas como Juan L. Ortiz, además de un sinfín de citas menores a autores como Martínez Estrada, Echeverría, Adorno, Borges, José Hernandéz y un larguísimo etcétera.
“El río sin orillas” está estructurado en cuatro secciones (“Verano”, “Otoño”, “Invierno”, “Primavera”), y cada una de estas narra particularmente algo. Las dos primeras se ocupan de la llegada de los españoles y el surgimiento de algo parecido a una identidad argentina, para luego hablar sobre los distintos textos y metáforas que dieron forma a la imagen de un río sin orillas. La tercera sección aborda la larga historia de la violencia naturalizada que acaba en la sangrienta última dictadura militar; y, finalmente, el tema de la cuarta sección es la belleza y la literatura como formas de resistir y persistir frente a los horrores del mundo. Cada una de estas secciones es como un bello afluente con numerosos e intrincados recodos en los que tenemos que perdernos antes de poder volver a encauzar el rumbo.
Sin embargo es posible identificar en cada uno de estos “afluentes” elementos que se repiten y dotan de coherencia temática al texto. Destacan especialmente las referencias a las obras de James Joyce y Marcel Proust, tanto en lo literario como en la abundancia de bellísimas epifanías en la vida cotidiana; el uso de la digresión para enriquecer y complejizar la narración con intuiciones profundas; también, destaca el provecho que le saca a un escritor en particular para reflexionar sobre un punto en particular: así, el polaco Witold Gombrowicz, acaba volviéndose “uno de los nuestros” al encarnar en su vida y su obra temáticas propias de la literatura argentina.

Fotografía de Proust.
Esto último, que puede parecer extrañísimo a simple vista, es parte de la operación que plantea Saer a gran escala: el único modo de hablar de este lugar es ser conscientes de cómo se solapan lo local y lo universal. Y el único modo de hablar de ese solapamiento es con un libro que resulte inclasificable.
Despertando de la pesadilla de la historia
“La vida será sólo/ una voz querida” Juan L. Ortiz, Lluvia
En “Invierno" la historia y la identidad devienen en pesadillas. Los grandes debates (mencionados y comentados en secciones anteriores) en torno a quienes somos los argentinos, cual es nuestro idioma y cual es nuestro devenir se ven ahogados por un río de sangre que empieza con las reses degolladas de “El matadero" y termina en la última dictadura. Esta historia de violencia, tan familiar para muchos, aparece descrita con una crudeza y una saña como si ese fuera el único modo de superar la tragedia generacional que supone que los padres tengan que enterrar a sus hijos.
Leer estas páginas es como descubrir por primera vez lo más negro de nuestra historia.
En el “Ulises” el joven Stephen Dedalus quiere despertar de la pesadilla de la historia, tanto la personal como la de Irlanda, para ser finalmente libre de las imposiciones fantasmagóricas de la familia, la religión y el nacionalismo y simplemente ser. ¿Pero cómo se despierta de esa pesadilla cuando el desgarramiento entre el pasado y el presente es tal que amenaza con hacernos naufragar?
Quizás la respuesta está en nuestra necesidad de formularnos este tipo de preguntas. Quizás hay que empezar por ser piadoso y reconocer que uno está cubierto de heridas que necesitan suturar.

"Paisaje de invierno" de Wassily Kandinsky
En un giro conmovedor, Saer abre la última sección: “Primavera”, invitándonos a acceder a la belleza. No como una forma ingenua de cerrar nuestros ojos ante los horrores que se nos han relatado, sino como una forma de plantar cara y rechazar lo inhumano, aceptar la vida y la alegría para que nuestro espanto tenga sentido. Invitándonos a considerarlas como fines en sí mismas, fines que nos permitan despertar de la pesadilla.
Lo que siguen son algunas de las páginas más bellas jamás escritas en este idioma y en la literatura de este país. El arte, la belleza, la literatura (cuya función es crear un objeto con lo que tienen en común entendidos y legos), la siesta, el sauce y la apacible contemplación del río se vuelven salvavidas para los náufragos. Mientras las leía y releía no podía evitar recordar días que parecían olvidados, recuerdos agradables que estaban dormidos y esperaban el momento adecuado para volver a despertar.
Esta auténtica epifanía alcanza su punto máximo en las preciosas hojas dedicadas al entrerriano Juan L. Ortiz y su poesía. Seis páginas es todo lo que necesita Saer para hablar de su poeta predilecto, de su carácter bondadoso y su compasión con todos los seres vivos, de sus manías y, lo más importante, de su arte inspirado por los poetas simbolistas de lengua francesa, como por la sensibilidad de Proust y la poesía china. Si hay algo parecido a un “héroe” en “El río sin orillas" se trata de este pequeño gran hombre, cuya semblanza es tanto una exaltación de la libertad creadora como de la posibilidad de que el Arte y la Belleza, lejos de ser placer ingenuos, tengan un lugar en nuestra vida y en el entendimiento de nosotros mismos.

Fotografía de Juan L. Ortíz.
En una época marcada a nivel local y global por la policrisis, cuando la nostalgia amenaza con volverse un peso insoportable y ante el predominio de un arte adocenado (que corre paralelo a la falta de tiempo para poder sentarnos a leer tranquilos o descansar a la sombra), libros como este se vuelven imprescindibles porque nos recuerdan que pese a la pesadilla de la historia podemos despertar momentáneamente en un momento epifánico ante la belleza del mundo. Y que ese breve instante, lujo común a todos nosotros, lejos de ser algo intransferible es algo que podemos compartir con los demás.
Al final de la travesía, poco después de la visita a “Juanelé”, Juan José Saer encuentra un mito lo suficientemente poderoso todavía para que por un momento todos experimentemos la belleza de sentirnos reconciliados con nosotros mismos y nuestra historia. No pienso decir cuál es este mito. Solo diré que es uno con el que todos los argentinos estamos familiarizados, uno que se remonta a las mismas fuentes del río sin orillas.
Muy bello!! destaco una de las últimas oraciones, me interpeló muchísimo! "...Juan José Saer encuentra un mito lo suficientemente poderoso todavía para que por un momento todos experimentemos la belleza de sentirnos reconciliados con nosotros mismos y nuestra historia"