Shibari: una puerta a lo divino
- Magalí Ahumada
- 18 mar 2024
- 5 Min. de lectura
Actualizado: 19 mar 2024
El shibari es, en muy pocas palabras, una práctica estética de origen japonés, comúnmente ligada al sadomasoquismo. En esta entrevista, Sergio Carrasco, un apasionado por las artes marciales, nos cuenta qué significa para él y cómo lo practica.

Es posible que nunca hayan escuchado la palabra “shibari”. Yo no la conocía, aunque sí había visto alguna que otra foto de ello en internet: cuerpos cubiertos de cuerdas, inmovilizados por nudos extraños y estéticos. Las veces que vi estas imágenes, no entendí bien de qué se trataban ni por qué alguien haría tal cosa. Hace tiempo me topé con el perfil “@krakenshibari” en Instagram. En ese momento, la intriga me ganó y le mandé un mensaje a Sergio Carrasco, el hombre que maneja esta cuenta y las cuerdas. Quería hacerle varias preguntas: qué es el shibari, de dónde viene y cómo se realiza.
Ante la pregunta de “qué es el shibari”, Sergio se endereza y muy seguro, como quien recita su propio nombre, dice que la palabra se traduce como “atar” y la define como “una práctica estética que consiste en aprisionar y suspender a una persona u objeto inanimado”. Él explica que en esta hay dos roles muy marcados: el atado y el atador. Durante las sesiones, este último toma cuerdas de origen vegetal (como yute o cáñamo, para no dañar la piel) y realiza nudos alrededor del cuerpo del atado siguiendo ciertos estándares estéticos.
En principio, el shibari deviene del hojojutsu, un arte marcial que consiste en atar al contrincante con cuerdas para inmovilizarlo y generarle dolor. Sergio explica que esta disciplina era usada en el Japón medieval como herramienta de intimidación e interrogación. Pero más tarde, a finales del Siglo XIX y principios del Siglo XX, se mezcló con prácticas sexuales sadomasoquistas europeas (principalmente el bondage) y se configuró lo que hoy conocemos por shibari.

- Entonces, ¿la finalidad del shibari es erótica?
- No necesariamente. Si bien muchos lo practican con ese fin, el shibari es un arte que puede generar sensaciones muy diferentes en cada persona. Ninguna sesión o práctica es igual a otra. De la misma manera, todos los que participan de ellas pueden tener objetivos internos distintos.
El artista es traductor de inglés. Su trabajo es remoto e impersonal, hace de nexo entre personas que viven en distintos puntos del mundo a través de videollamada. La frialdad de este trabajo se compensa en sus sesiones de shibari, en ellas conecta genuinamente con las personas que asisten. Sergio cuenta que las prácticas pueden ser en solitario (atando a objetos inanimados o a sí mismo), en pareja, en grupo, o también pueden hacerse reuniones como talleres o seminarios, en los que varias personas se juntan a atarse entre sí. De repente, hace una pausa. Su semblante cambia, abre bien los ojos y dice muy serio: “pero algo que siempre debe estar, sin importar el tipo de sesión, son tres principios básicos: el consentimiento, la seguridad y la negociación.”
- ¿En qué consisten esos principios?
- Con consentimiento me refiero a que, en todo momento, las personas deben exteriorizar su voluntad de hacer la práctica. Así como también pueden pararla cuando quieran. Sin consentimiento, el shibari se transforma en algo peligroso e inmoral. La seguridad apunta a cuidar el cuerpo y la psiquis del otro, lo cual exige conciencia y práctica. Se debe perfeccionar la técnica antes de atar a otra persona. Un nudo mal hecho o una presión mal aplicada puede causar graves daños en el compañero. Por último, la negociación significa llegar a un punto en común entre las personas implicadas para que todos los deseos, o al menos la mayor parte de ellos, sean satisfechos. Como dije, cada práctica es distinta, y cada persona puede buscar cosas diferentes en ella, por eso es tan necesario este punto. Sin negociación, la práctica pierde sentido.

Sergio cuenta que hace 11 años empezó con otras artes marciales, específicamente el kendo y el iaido. Después se acercó al hojojutsu, y de ahí llegó al shibari. Confiesa que su primera sesión le generó emociones que nunca antes había experimentado. Él aclara que toma el shibari desde lo técnico, como un arte marcial. Si bien explora otros matices que tienen que ver con lo erótico, se concentra más que nada en lo que le aporta espiritualmente.
- ¿A qué te referís con “espiritualmente”?
- Creo que, internamente, todos tenemos una fuerza: la voluntad, que hace que continuemos más allá del cansancio, la fatiga o las limitaciones que sufren el cuerpo y la mente. Para mí, ahí está lo divino. Hay varios caminos para desarrollar la voluntad, y yo encontré uno en el shibari. A través de la incomodidad y el dolor, llevo mi cuerpo y mi mente a un punto en el que sólo la voluntad puede hacerme seguir. Para mí es una forma de cultivar el interior, como las otras artes marciales.
- ¿Por qué consideras que las artes marciales son tan especiales?
- Para empezar, el arte oriental en general es muy opuesto al occidental en cuanto a cosmovisión, estética y práctica. Este contraste me ayuda a mejorar como persona: me enseña los valores que me faltan como persona occidental, y al mismo tiempo, me ayuda a apreciar la cultura occidental. El kendo, al igual que otras artes marciales, no sirven para nada (lo dice y se ríe), mi sensei me mata si me escucha. Es decir, no sirve para nada material, no produce nada: no te pone en forma, no lo podés usar como defensa, nada de eso. Sólo sirve en un sentido moral: te enseña respeto y disciplina. La espada que uso en kendo es una herramienta que puede matar, tiene filo, es peligrosa. Si yo no la trato con el mayor respeto y consciencia posible, me voy a lastimar a mí mismo o a mis compañeros. La práctica, como en el shibari, me obliga a ser responsable, y eso se traslada a los otros aspectos de mi vida. Las artes marciales son actividades repetitivas, frustrantes y monótonas, tienen muchas dificultades. Pero yo las elijo porque soy una persona impuntual, desordenada y me falta constancia. Ellas me aportan justo lo que necesito.

- ¿Qué le dirías a alguien que está interesado en probar el shibari?
- En primer lugar, quiero hacer hincapié en los tres puntos fundamentales de la práctica: consentimiento, seguridad y negociación. Si eso no está, no se debe continuar con la sesión. En segundo lugar, hay que tener cuidado con quién, dónde y con qué fin se va a practicar. En el shibari, una de las personas queda totalmente indefensa, lo cual es potencialmente peligroso. Por eso es necesario extremar todos los cuidados. Además de daños físicos, puede haber extorsión después del encuentro. Es una práctica hermosa y vale la pena explorarla, pero se presta para muchas formas de violencia. Yo nunca acuerdo encuentros con gente en la que no confío. En el shibari, las relaciones se construyen de a poco, con mucho cuidado y límites claros. Hay muchos artistas hermosos dispuestos a acompañar en este camino de una manera segura, por eso no hay excusa para hacerlo de otra forma.
Antes de hablar con Sergio, podía imaginarme que el shibari estaba relacionado con el placer estético y erótico. Pero nunca pensé que la actividad pudiera ser también una forma de cultivar el interior.
Lo físico y lo espiritual parecen ser, en el imaginario colectivo, dos facetas irreconciliables. De la misma manera, hay una suerte de distancia entre lo sagrado y uno mismo. A los ojos de Sergio, las artes marciales, y particularmente el shibari, logran unificar estas dualidades. Para él, son una puerta a lo divino.

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